viernes, 31 de marzo de 2017

El fútbol que se lee

El fútbol no solo es lo que acontece en un terreno de juego. No son patadas al balón. No son goles. Ni regates. Ni clasificaciones. Ni tampoco es ese culebrón de fichajes, cláusulas de rescisión o giras de verano. El fútbol, para los que todavía seguimos buscando más allá de lo que vemos delante de nuestros ojos, es memoria y tiene más que ver con los olores y las sensaciones, como si algunos partidos y el brillo de algunas camisetas se convirtieran en una especie de máquina del tiempo, porque todo suena en esos recuerdos y en todo lo que mitificamos cuando éramos niños o cuando seguimos soñando como si tuviéramos doce años.
Enrique Bethencourt ha escrito uno de esos libros necesarios para entender lo que nos acerca al fútbol a muchos de nosotros, y sobre todo para entender el fútbol canario y la grandeza de la Unión Deportiva de Las Palmas. Y luego está Juan Carlos Valerón. Para muchos, entre los que me incluyo, el más grande de los que hemos tenido la suerte de ver los que no pudimos asistir a las tardes de gloria de Alfonso Silva, Guedes o Germán Dévora (llegué tarde, cuando aún no tenía edad para valorar toda la grandeza que me cuentan una y otra vez los que saben). Valerón fue durante muchos años, cuando Las Palmas estaba lejos de la élite y del foco mediático, lo único que nos quedaba para seguir asistiendo en primera fila a ese espectáculo del desborde, el cambio de juego o ese movimiento inesperado que convierte en poesía lo que otros quieren convertir en pelotazos.
El libro, titulado El fútbol canario. Identidad, Valerón y otros desmarques (Fundación Tamaimos), analiza desde muchos puntos de vista, y con multitud de opiniones, ese fútbol canario que siempre miró más a Brasil o a Argentina antes que a Alemania o a Italia, el que contaban nuestros abuelos a todas horas y el que todavía atisbamos cada vez que Viera, Vitolo o David Silva controlan el balón en cualquier parte del campo.
Pero Enrique va más allá del fútbol, o analiza el fútbol partiendo de nuestro mestizaje, nuestra insularidad y nuestra manera de entender la propia existencia. Hay mucha sociología necesaria en ese libro, muchas claves para entendernos y, sobre todo, mucha pasión de alguien que no puede ocultar todas esas conexiones casi mágicas que genera la belleza cuando se dibuja sobre el césped. Y en la portada y en el fondo del libro está Valerón, por muchas razones, y cuando lo lean verán por qué esa presencia y por qué ese protagonismo. Poco a poco se va llevando el fútbol canario a los libros. Ya lo hicieron Ignacio S. Acedo con Germán o con Pacuco Rosales, o José Hernández con Tonono, en fechas recientes. El fútbol como cultura lo defendemos muchos hace años, ese fútbol alejado del fanatismo y de los exabruptos, del patadón y del pragmatismo, el que ha sabido dibujar Quique Setién durante los últimos meses en la Unión Deportiva, el que trazaron Germán o Valerón, el que aún seguimos esperando en el partido siguiente, y el que siempre llega aunque nos parezca mentira algunas veces. Enrique cuenta ese fútbol y nosotros disfrutamos leyendo como a veces lo hacemos desde las gradas o desde los sueños, que son al final los que nos siguen acercando cada fin de semana a los estadios como cuando teníamos doce años.



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