En la vida, como decía la canción, todo es ir. A veces tenemos la suerte de coincidir en los caminos con personas que ayudan a que los recorridos sean más placenteros y otras veces nos toca apretar los dientes o tratar de saltar por encima de los que solo saben sembrar negruras por donde pasan. Con Quique Setién y Eder Sarabia hemos disfrutado de uno de los recorridos más bellos en la historia de la Unión Deportiva Las Palmas, y lo bueno es que podemos seguir disfrutando unas semanas más de esa sabia y placentera compañía. Balaídos era la primera parada de ese camino de sueños inolvidables después de que anunciaran la despedida, pero esa primera despedida terminó en decepción y en una noche desastrosa. Perdimos tres a uno, pero lo de menos fue el resultado.
Uno esperaba a jugadores que salieran más motivados que otras veces para brindarle a su entrenador algo de lo mucho que él les ha dado a casi todos ellos, pero los jugadores saltaron al campo sin intensidad, con esa caraja de la que Setién se ha lamentado tantas veces fuera de casa, y con una endeblez y una falta de compromiso que no se entiende por más que evitemos siempre ver el vaso medio vacío.
Hay jugadores que aún no saben que en este equipo nadie ha de hacer la guerra por su cuenta. Hablo de Jesé Rodríguez. Si acaso Di Stéfano, Pelé o Maradona pudieron ganar partidos –aunque pocos-por su cuenta. El fútbol es un juego en equipo y creo que hace falta que se le recuerde al ex madridista que ese empeño por querer driblar a seis jugadores en cada jugada es un imposible. Pero no quiero personalizar en Jesé, aunque es verdad que el esquema de Setién se empezó a quebrar cuando llegaron esos individualismos. Menos mal que estamos virtualmente salvados. Lo de Balaídos ha sido una noche para el olvido. Intuíamos que frente al Celta veríamos un gran encuentro. Por muchas razones: porque se encontraban dos sistemas de juego parecidos, porque los jugadores llevaban muchos días sin saltar al campo y porque soñábamos con que esos jugadores le regalaran a Quique Setién otro de esos partidos que ayudan a eternizar el fútbol; pero lejos de ese dolce far niente futbolero nos encontramos con una indolencia ciertamente preocupante.
Lo bueno es que cada partido también es un mundo, y uno quiere pensar que lo que pasó en Vigo fue un accidente, un mal paso del azar, un error que arreglaremos en la próxima jornada. Solo nos queda el sueño de la belleza y el disfrute. Si nos quitan eso, el fútbol volverá a ser aquel páramo que atravesamos durante muchos años. Hay que ser críticos también en la bonanza. Setién no merecía un premio como el de esta noche después de que anunciara que no seguía en la Unión Deportiva. Uno, como aficionado agradecido, también esperaba que sus jugadores regalaran al técnico cántabro uno de esos partidos inolvidables. Quedan muchos más encuentros. Espero poder escribir de ese fútbol bello e intenso que nos hizo soñar tantas noches. Lo de la Balaídos solo fue un intento baldío. Cuando quisimos reaccionar, ya habíamos partido.
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