Cómo explicar a alguien que no lo viera lo que sucedió en el estadio de Gran Canaria en menos de veinte minutos. Pasó un tornado, pasó un tren de mercancías, pasó un equipo que quería jugar al fútbol y que se encontró enfrente a otro equipo que hace tiempo que tiene la cabeza en otra parte. Ya lo único que deseamos es que termine esta temporada, pero lo que no consentiremos es que quienes llevan el escudo de nuestro equipo no den todo cuanto tienen para que no acontezca lo que sucedió en esos primeros dieciocho minutos de partido.
Nos marcaron tres goles y el Atleti no siguió sumando porque no quiso. Vimos en la previa cómo Setién recordaba a los jugadores que salieran atentos, que tuvieran cuidado con las jugadas a balón parado y que no perdieran la concentración en ningún momento. Hicieron justo lo contrario de lo que se les dijo. El equipo fue un coladero, nadie jugaba con intensidad, estaban desconcentrados y se quedaron a merced del contrario a las primeras de cambio. Y las tarjetas a Jesé y a Halilovic, los dos fichajes fulgurantes que curiosamente dieron lugar al ocaso, por intentar engañar al árbitro tirándose en el área, creo que quedan como una metáfora de lo que un día creímos que podíamos haber sido y de lo que al final nos terminamos encontrando.
Pocas veces he sentido tanta impotencia viendo un partido de Las Palmas. Con tres goles en contra y con el equipo de Simeone enfrente ya sabíamos lo que nos esperaba. Pero esa situación se dio por esa falta de tensión de nuestro equipo. No sé qué pasará con Setién. Es una pena que todo acabe de esta manera, pero yo creo que los responsables son siempre los que saltan al terreno de juego. Me apena mucho lo que veo. Y creo que nos apena a casi todos los aficionados amarillos y a quienes buscamos algo más que una victoria cuando comienzan los partidos. Yo era de los que pensaba que la llegada del Atlético iba a hacer reaccionar a esos jugadores. Así fue siempre, en cualquier momento de nuestra historia, con equipos con mucho menos glamour o en peores circunstancias. Había amor propio y ganas de agradar a los aficionados. No fue eso lo que encontramos contra el Atlético. Pocas veces he sido tan crítico y tan contundente, pero lo soy porque he visto jugar a esos mismos jugadores de otra manera, porque sé de la valía de ese conjunto y porque no vi presión ni tensión en ningún momento. Y eso me duele. No se merecía este equipo un final como este después de todo lo hermoso que nos había regalado a pesar de las debacles fuera de casa o de otros días funestos. Lo que vimos en el estadio de Gran Canaria forma parte de lo que querríamos tirar cuanto antes por el escotillón del olvido. Perdimos cero a cinco; pero de verdad que el resultado me da lo mismo. Lo que me duele es la indolencia y la falta de compromiso de mi equipo.
No se puede estar más de acuerdo.
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