La euforia suele ser un estado transitorio, casi una locura, pasajera y efímera, hasta que despiertas y te encuentras un escenario distinto al de los vítores y los aplausos. Nunca se puede estar en la cima todo el tiempo: o te congelas o te asas de calor, o sencillamente te aburres. La Unión Deportiva se subió a una ola euforizante tras el empate ante el que posiblemente sea el mejor equipo del planeta, y ante el que sin duda sí es el mejor jugador del momento. Pero tras esa ola llegaron varias bajamares y pleamares, y de repente nos vimos jugando otra vez un lunes, en Galicia, y contra el Celta de Vigo. Si ganábamos salíamos del descenso, pero lo que nos preocupaba era la actitud de los jugadores, si iban a salir como el día del Barça o como el día del Leganés o del Girona. Y salieron como queremos que salgan a jugar los partidos. Nos adelantamos en el marcador y no nos encerramos atrás. Perdimos en lo físico, en un final de la segunda parte en donde no pudimos aguantar el ritmo de partido y nos vimos superados casi al final, después de que nos adelantáramos con un golazo de Erik Expósito, justo donde su bisabuelo había marcado noventa años antes; pero no estaban los argumentos para realismos mágicos y perdimos el partido, que no las opciones de salvación.
Vi el encuentro en una terraza del Parque Santa Catalina con Juancho Armas Marcelo. Juancho jugó en el Juvenil A de la Unión Deportiva, en el amateur del Real Madrid y fue campeón de España universitario con la Complutense de Madrid. Cuando nos reunimos nos gusta hablar tanto de fútbol como de literatura, y si quieren saber de la épica de Las Palmas lean su novela Cuando éramos los mejores, con el gran Correa como personaje reconocible de los años gloriosos de la Unión Deportiva. Mirábamos a los extranjeros de los cruceros atentos a lo que hacía Las Palmas y el gol de Erik casi hizo retumbar el suelo que se esconde en ese espacio emblemático de la capital que contara Orlando Hernández en su Catalina Park.
Queda un mundo, y no solo suman nuestros resultados. En estos momentos, son tan importantes nuestros guarismos como los del Levante, el Deportivo y el Málaga, y hay que reconocer que estos tres equipos nos lo están poniendo fácil. Seguimos teniendo la salvación a tiro de piedra, y ya da lo mismo que venga el Villarreal que el Real Madrid. Garantizando la seguridad defensiva, esa salvación que muchos dimos por imposible hace unas semanas aún puede conseguirse, pero otra cosa será el futuro, en Primera o en Segunda. Quien manda en Las Palmas debería mantenerse al margen de las decisiones deportivas y dejar que sean los que saben de fútbol quienes confeccionen la plantilla y planteen un proyecto de futuro. Este año, suceda lo que suceda, creo que está para aprender y no para sacar pecho si nos salvamos de la quema o para hundirnos si descendemos. Lo que más me preocupa es el proyecto, si vamos a ser un equipo de cantera o de mercenarios, si vamos a jugar al toque o al pelotazo y si, por fin, se instalará la coherencia en la casa amarilla. De momento estamos inmersos en una lucha en donde solo nos queda apretar los dientes, mantener la portería a cero y volver a sumar puntos cuanto antes. La afición tendrá mucho que ver en ese reto. El Gran Canaria debe ser una plaza inexpugnable, una cita de energías y de ánimos positivos como lo ha sido cada vez que ha llegado una cita importante en los últimos años.
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