La planicie termina aburriendo. Lo que no cambia se vuelve gris y anodino. La Unión Deportiva ya no sabe a lo que juega, carece de referencias, mueve el balón sin criterio y no busca la portería contraria. Jugábamos contra el Leganés. No nos enfrentábamos al Real Madrid, al Barça o al Villarreal. Esos equipos vienen ahora. Por eso había que salir a ganar contra el Leganés. Pero contra el equipo pepinero jugamos con más miedo, menos ambición y más cobardía que contra cualquiera de los grandes. Terminamos perdiendo tiempo para sacar un empate, como si un empate, el segundo punto en tres partidos, nos fuera a sacar de la zona de descenso. Si no perdimos en la segunda parte como el día del Girona fue porque en la portería estaba Chichizola, que hoy se disfrazó de Daniel Carnevali, parando todo lo que llegaba a su marco, muchas veces con estiradas de gato como las que le recuerdo al portero argentino de los años setenta, cuando Las Palmas fichaba mundialistas y jugadores consagrados y no andábamos buscando los saldos del mercado. Qué vergüenza, por cierto, la discusión de tres de esos recién llegados al final del partido. Etebo y Gálvez trataban de colocar a Aguirregaray en una falta lateral del Leganés, pero el uruguayo actuó como si oyera llover, importándole un pito la colocación de la defensa. Esos son, aunque nos duelan, los comportamientos de los mercenarios, y eso es lo que tenemos.
Febrero es un mes loco en Madrid. El sábado que menos te lo esperas se te puede presentar un día de verano. La Unión Deportiva se parece a ese febrerillo loco de la capital. No sabes qué te vas a encontrar antes de comenzar los partidos, y no digamos antes de empezar una temporada. En pleno invierno igual te dicen que lleves mangas de camisa porque el día amanece de verano, eso es lo que ha pasado con el cambio de canteranos por mercenarios, o cuando te cambian los nombres de la alineación de un partido para otro, o cuando directamente desaparecen los que tres semanas antes te decían que eran los que lograban que fuéramos diferentes. Pues eso, la Unión Deportiva Las Palmas ahora mismo es como un febrerillo loco que no tiene remedio.
Recuerdo hace veinte años un partido de Segunda División entre el Leganés y Las Palmas en el viejo estadio pepinero. Era un domingo de enero o febrero por la mañana y hacía un frío que helaba hasta el alma. Me acuerdo de ver al Flecha Rojas corriendo por la banda entre la neblina. Todos pensábamos que con aquella delgadez se acabaría congelando en cualquier despiste. Muchos años después también hacía frío en Leganés, y nuestros jugadores se jugaban otra nueva oportunidad para salir del descenso en esa Liga que ya parece claro que nos jugamos cuatro equipos condenados al martirio hasta que alguno se haga el harakiri o se aleje definitivamente del resto. Nosotros teníamos que ganar en Leganés, y ese partido era casi como un encuentro jugado en casa, porque en casa lo que nos viene ahora es para asustarse. Sin embargo salimos a no jugar, o a que no nos marcaran, contra el Leganés, nada menos que contra el Leganés, que no es precisamente el Manchester de Guardiola. En el refranero también se dice de febrero que es un mes fullero. Como la actual Unión Deportiva. La fullería es una trampa. Nuestra trampa es la traición a nuestros propios principios futboleros.
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