sábado, 15 de enero de 2011
El efecto placebo
Tengo un amigo anestesista que siempre me recuerda que más de un cincuenta por ciento de la eficacia de un medicamento se debe al efecto placebo, a lo que nosotros mismos creemos que nos hará una pastilla, unas gotas o una pomada. Creo que ese efecto placebo también lo podríamos llevar al fútbol. Los jugadores de la Unión Deportiva que hoy se enredaban con el balón entre los pies eran los mismos que hace unas semanas dibujaban pases casi imposibles o regates que levantaban a los aficionados de sus asientos. Se creían lo que intentaban y lo que les decía el entrenador que hicieran. Había un efecto placebo en su forma de jugar al fútbol que se contagiaba entre todo el equipo y que hacía que todo funcionara a las mil maravillas. Vale que ha habido lesiones importantes, pero un conjunto lo integran veintidós jugadores, y se entiende que cuando uno sale el que entra debe ir cogiendo la forma poco a poco hasta consolidarse. Son profesionales. Lo visto en el partido de hoy resulta preocupante, sobre todo por la actitud de algunos jugadores, por su desconfianza ( no había ningún efecto placebo cuando el balón pasaba por sus pies) y por la zozobra que el juego estaba generando en el público. Pero repito: esos jugadores (podría hablar sobre todo de David González) eran los que creíamos que nos iban a ascender a Primera División. También es el mismo entrenador. No me podía creer algunos comentarios que escuchaba a la salida del estadio. Muchos aficionados pedían la cabeza de Jémez. Con todos mis respetos me parece una barbaridad. Pero más descabellado me parecía lo que escuchaba en la radio del coche. Los mismos periodistas que encumbraban a Jémez y ponían a este equipo casi a la altura del Barça de Guardiola no dudaban a la hora de pedir el cese de Paco Jémez. No entiendo esa desmemoria. En Inglaterra los entrenadores están para las duras y para las más maduras. Lo que vale es el proyecto y la visión de futuro. Decían en la radio que no llegaría al partido de Tenerife. No sé qué hará el Consejo de Administración que preside Miguel Ángel Ramírez, pero confío en que no tomen la decisión de cesar al mismo entrenador que todos queríamos renovar cuanto antes hace unas pocas jornadas. Defiendo a Jémez porque su forma de entender el fútbol es la que nos ha llevado nuevamente al estadio. A mí tampoco me ha gustado cómo ha jugado el equipo los últimos partidos, y sobre todo cómo ha jugado hoy (¿jugó hoy Las Palmas?). Tampoco me han gustado algunos detalles en la forma de gestionar el grupo, enviando a un jugador a la grada, porque supuestamente no valía para nada, y luego sacándolo de titular en el partido siguiente, casi pidiéndole que se echara el equipo encima. Soy crítico, pero me niego a ser un exaltado. Esto lo escribo sin estar corriendo detrás de un balón y cuando hace más de una hora que acabó el encuentro. Se entiende que ya he tenido tiempo para que la razón acabara desbancando a la visceralidad del aficionado que sale del Gran Canaria pensando que estamos en caída libre. Recuerdo siempre que Guardiola empezó con el Barça empatando contra el Numancia, y que sobre la marcha la prensa más cainita y los aficionados más radicales ya estaban pidiendo su cabeza. Creo que Jémez es quien único puede devolver en estos momentos el efecto placebo al equipo. Tiene que reconducir la situación y ser capaz de volver a contagiar a los jugadores su ilusión y su manera de concebir el fútbol. Son los mismos que aplaudíamos a rabiar hace unas jornadas. Ese señor es el mismo señor del utilitario rojo que salía de los partidos ovacionado por cientos de aficionados. Entonces no sacó pecho. Siempre repetía que era mérito del equipo. Creo que merece un par de oportunidades más. No seríamos justos olvidando con tanta liviandad. Vale que otros cayeron en situaciones parecidas, pero no recuerdo que nadie en los últimos años hiciera jugar a Las Palmas como la hizo jugar Paco Jémez en los primeros partidos de Liga. Depende de él y de los jugadores el que podamos revivir aquel juego de pases endiablados y geniales. Lo de esta noche fue en desastre, pero así es también la vida, con luces y con sombras que se intercambian cada día y a veces cada hora. No vale hacerse el harakiri porque no nos salga nada a derechas. Al día siguiente podemos amanecer con toda la suerte de cara. Y también con esa confianza que cuando se pierde nos tiene como almas en pena por las calles. Lo recuerdo otra vez: en agosto lo más que esperábamos, siendo muy optimistas, era estar como estamos ahora. Y el que diga lo contrario miente como un bellaco. Si ganamos en Tenerife todo esto quedará como un mal recuerdo. Sé que los jugadores y que Jémez están pensando lo mismo que yo. Ellos saben cómo jugaban hace unas semanas y lo que pueden dar de sí. Apelo a su amor propio y a su compromiso con la entidad. Nos deben esa y otras muchas alegrías. Ahora es cuando entre todos tenemos que volver a ilusionarnos para no regresar a las noches de patadones en el césped y frío en las gradas del Gran Canaria. Lo decían los viejos aficionados amarillos que yo veía de niño en el Insular: balones al suelo. Esto es fútbol. No perdamos la calma. Parece mentira que no sepamos de lo que va el juego.
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señor, el Barça de Pep empezó perdiendo en Soria 1-0, no empatando . Un abrazo y arriba d'ellos
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