Según acabó el partido de Las Palmas contra el Numancia jugué un parchís en el Ipad para ver si hoy disfrutaba de alguna victoria. Hasta el último momento tuve que pelear contra las fichas rojas (las mías, obviamente, eran las amarillas), pero logré ganar, y en el Ipad te aplauden cuando ganas. Así que llego contento al teclado, recién aplaudido, con el azar de mi parte y con ganas de compartir un pequeño triunfo de andar por casa. De lo otro mejor escribo poco. Lo otro es lo de Las Palmas hoy en Soria. Estaba lloviendo y estábamos en Castilla León. Cuando ocurra eso directamente apagaré la tele y me iré a pasear por Triana o por Las Canteras. Les recuerdo: Ponferradina, Salamanca, Valladolid…Menos mal que el Ávila, el Tordesillas o el Segovia no están en la Liga Adelante: si no estaríamos descendidos antes de empezar la competición. Y qué otra cosa podía haber pasado. El Real Madrid, después de ganar ocho a cero en la ida cayó esta semana con el Levante en el partido de vuelta: jugaba con los suplentes: nosotros jugábamos con los suplentes de los suplentes. Ni Vitolo, ni Vicente Gómez, ni Jonathan Viera, ni Cejudo, ni Guayre….¿Sigo? Y con Pindado en la portería (siento ser tan duro, no fue el culpable hoy, pero esos cuatro goles no le van a enseñar nada: dónde estaba Raúl, o cualquier otro portero que pudiera foguearse).
Estoy con Jémez. La culpa no es del sistema. Las lesiones, la desconfianza, la mala suerte y el estado de ánimo están empujando en nuestra contra. A principios de temporada entraban los goles, la defensa era contundente y no había lesionados. Recuerdo una conversación que tuve con el ex jugador de la Unión Deportiva Juani (ellos son los que saben de fútbol: nosotros no somos más que aficionados) después del partido del Alcorcón y el Villareal B. Yo estaba eufórico y ya veía a Las Palmas jugando de tú a tú al Barça de Guardiola con Vitolo y Jonathan Viera comandando el equipo. Juani, que había visto crecer a todos esos jugadores, no ocultaba su orgullo, pero recordaba que la Liga era larga y que podían pasar muchas cosas. Han pasado muchas cosas. Él sabía de lo que hablaba: están las lesiones (y pocos como él pueden contar cómo influyen las lesiones en el fútbol), las decisiones arbitrales, los despistes de quienes ya se creen poco menos que Baressi o Beckembauer y también, claro, la suerte que acompaña o que se aleja y nos deja (como decía el bolero) llorando quimeras.
Ya estamos asistiendo a ese aprendizaje del que hablaba Juani. Ahora no nos queda otra que empezar a remontar el vuelo cuanto antes. De entrada, tenemos que ganarle al Córdoba para ir a Tenerife con confianza (vamos a ganar: uno a cuatro: se admiten apuestas: con tres goles de Jonathan Viera). No se rían. Si escribes algo te lo terminas creyendo. Y tras esa victoria en el Heliodoro volveremos a remontar el vuelo. Los equipos de Castilla León, por ejemplo, son luego vulnerables en la isla, ya sin el frío y sin el agua como aliados. Lo siento por la gente de la peña de La Bañeza, que este año no ha podido celebrar una victoria (también vieron caer al equipo en Vigo), pero ya celebrarán en la distancia en las próximas jornadas. Sólo concibo esa apuesta por el optimismo. Si empezamos con los miedos, volveremos a terminar como siempre. Poco a poco recuperaremos lesionados y todo irá saliendo mejor. También espero que Paco Jémez mire más a Las Palmas Atlético y vaya subiendo nuevos jugadores que alienten ilusiones. Hoy no ha sido ese gran día que cantaba Serrat. En Santa Brígida estaba el cielo azul cuando empezó el partido. Al terminar parecía que estábamos en Soria. No sé si fue la nubosidad o la goleada lo que oscureció la tarde. Fuera lo que fuera mañana será otro día, y el próximo sábado habrá otra jornada en la que poder resarcirnos y cambiar el pésimo guión que está protagonizando el equipo (o lo que ha quedado de él) en los últimos partidos. Los Pajaritos no era un estadio destinado a quedar en los anales de la historia de la Unión Deportiva. Mejor lo olvidamos cuanto antes. No perdamos los nervios. Juani también me dijo entonces que en el momento en el que llegaran las derrotas y las malas rachas sería cuando los jugadores y los aficionados (que siempre estamos empeñados en lanzar las campanas al vuelo a las primeras de cambio) aprenderíamos lo que era el fútbol y todas esas circunstancias que, como diría Ortega, tanto influyen en el juego (“yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo a mí”). Nos vemos el próximo sábado en el estadio de Gran Canaria. Luchando contra otras circunstancias, por supuesto.
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